Supersticiones gauchescas
El hombre de campo vive con relativa tranquilidad su existencia diaria. Lejos está de la alineación de los tiempos escasos, de los ruidos ensordecedores, del apresuramiento cotidiano y de las tentaciones inteligentemente expuestas por los mercaderes de la sociedad de consumo. Su relación con el medio es mucho más intensa, más íntima si se quiere. Dispone de tiempo para observar la naturaleza, para conocer sus secretos, hasta para predecirla. Es por eso quizá que haya desarrollado una serie de técnicas para interpretar signos que cree le envía ésta, para su comprensión y convivencia. Así entonces, nuestro hombre de campo, al que llamo "gaucho", interpreta señales que anuncian futuros acontecimientos. Por ejemplo, para nuestro campesino las visitas tienen gran importancia. Recuérdese que él no pasa la mayor parte de su vida inmerso en grandes conglomeraciones. Generalmente tiene su casa distanciada de las de sus vecinos y su contacto más permanente es con su esposa, hijos y sus animales. De ahí que si un inocente teru teru pasa volando sobre su rancho gritando, un gallo caprichosamente canta parado frente a la puerta de entrada de la casa o un gato se "lava" (lame) la cara para él, es señal infalible de que alguien lo visitará. En algunas regiones el ocasional vuelo de un colibrí en las cercanías donde está mateando o compartiendo una charla, anuncia la llegada de visitantes. Esto generalmente produce júbilo, aunque no siempre las visitas son las deseadas. Si el visitante es bienvenido producirá gran júbilo, constituyéndose en un acontecimiento social, sin embargo, si es indeseada la presencia del recién llegado, las mujeres especialmente, a escondidas, suelen echar un poco de sal sobre el asiento de la silla que se ofrece al paseante para forzar su rápida partida. La lluvia es para el hombre de campo vital. De ella dependen sus buenas cosechas y el buen desarrollo de su ganado. La sequía es uno de los males mayores que suele afrontar, junto a las plagas, aunque a éstas se las puede combatir. Por eso realiza ceremonias en soledad para producir aguaceros o escudriña el cielo, las plantas y el comportamiento de los animales para descubrir alguna señal que le indique la bendición de la lluvia. Entonces le causará alegría cuando observe que un toro se revuelca en la tierra como lo hacen los caballos (actitud poco frecuente) o cuando los potrillos, los corderos, los cabritos retozan más de lo habitual en el camino de regreso a los corrales, hecho que se produce todas las tardes. También cuando algunas nubes alivian el efecto implacable del sol, y las perdices silban fuera de los horarios habituales, entonces es seguro que vendrá agua. Claro que no siempre la lluvia es serena. Suele llegar la bendición del agua junto con truenos relámpagos y a veces de mortales rayos. Entonces mientras observa el avance de los nubarrones, clava un hacha en cruz en el patio, recitando oraciones católicas, pidiendo protección a Dios. Quizá debido a la constante vida de sacrificios, a la indefensión ante los caprichos del clima, o exposición a los peligros de alimañas, el hombre de campo tenga una sensación fatalista de las cosas. Entonces le producirá un sentimiento de inquietud, cuando rompa un espejo o vuelque sal sin quererlo. He observado la preocupación de mujeres y rudos hombres cuando el gallo canta en los primeros tramos de la noche, cuando una gallina quiere imitar al gallo, o cuando una lechuza cruza volando raudamente sobre su casa emitiendo su clásico chistido. Es señal de desgracia también cuando algún ave acuática se posa en lugares donde no hay espejos de agua (viudas negras, biguás, pacaás, etc) Enumerar las señales que el gaucho interpreta de las conductas de s
us animales, del comportamiento climático, o de los animales salvajes, no tiene sentido práctico. Con los ejemplos dados queda expuesta una muestra de la conducta cultural de nuestro habitante rural. La superstición es parte del hombre de todas las latitudes, siendo las camperas más llamativas.

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Señor de la Muerte o San La Muerte

La cultura guaranítica que llega hasta nuestro días se nutre de distintos elementos entre los que se encuentra la "devoción" o culto a San La Muerte (también conocido como San Justo Nuestro Señor de la Buena Muerte o Señor La Muerte). Producida la conquista de América en el siglo XV, junto a los autores materiales del abordaje, llegaron religiosos encargados de introducir el credo católico entre los pobladores aborígenes, quienes profanaban extraños cultos idolátricos de los salvajes reducidos. Pero, algunos elementos autóctonos lograron sobrevivir aisladamente, conservando caracteres que, pese a admitir influencias del catolicismo, presentan rituales en abierto contraste con el dogma de la Iglesia. San La Muerte es representado por una pequeña imagen esquelética sentada en cuclillas en posición fetal (como los indios americanos acostumbraban a enterrar a sus muertos), cargando una guadaña sobre la espalda, actitud que se emparienta con La Parca de la mitología grecorromana. Suelen encontrarse imágenes que a semejanza de El Pensador de Rodín, sostiene el rostro a la altura de la barbilla en pose meditativa. Estas imágenes del fetiche, habitualmente diminutas, tendrían poderes limitados para mediar en cuestiones sentimentales protegiendo a matrimonios desavenidos, encontrar objetos extraviados, y en especial predicamento en la cura del "mal de ojos" que, según la creencia popular, hay personas que influyen sobre otras, especialmente en criaturas muy pequeñas (menores de un año), provocándoles dolencias y malestares simplemente con mirarlos. El fetiche también es cruel y vengativo, se lo utiliza para causar daño a alguien a la distancia. Adorada y temida al mismo tiempo, esta imagen se constituyó en el eje de una religión sincrética que coexiste con el santoral oficializado por la Iglesia católica. La imagen es hecha sobre madera blanda, aunque el amuleto adquiere mayores facultades para obrar prodigios, si lo fabrican con huesos humanos, preferentemente de falanges de niños fallecidos después de recibir los óleos bautismales, también se conoce el poder de imágenes realizadas con plomo derretido, con balas que haya causado la muerte, y también con restos de campanas de templos. En ninguno de los ejemplares conocidos, el fetiche supero los 10 cm. De altura. Algunos "gauchos alzados" solían llevarlo alojado debajo de la piel como amuleto, o colgado del cuello a modo de escapulario. Si es bendito en siete iglesias distintas, adquiere poderes ilimitados; para lograr que los sacerdotes bendigan la imagen, sus devotos apelan a un original ardid, que consiste en ahuecar una vela, introduciendo el fetiche en su interior y luego la cubren nuevamente con estearina o sebo. Una vez que el oficiante arroja el agua bendita sobre el cirio, el burdo esqueleto también se considera bendecido. Si la imagen es colocada debajo de la piel, convierte a su poseedor en un ser indestructible, no es alcanzado por balas ni armas blancas, incluso existen leyendas de personas enfermas que tras largas agonías, debieron retirarles el fetiche del cuerpo para que pudiera morir. El extraño culto, que es permanente, cobra señalado auge en oportunidad de celebrarse el 20 de agosto, fecha consagrada a la veneración de San La Muerte. VOLVER

El carau

Carau es el nombre onomatopéyico de un ave zancuda, de plumaje negro, de vuelo torpe, que habita en lagunas, esteros y bañados correntinos. Como el nombre lo indica su característica es el grito que emite por la noche o ante la proximidad de algún extraño a su comunidad. Cuenta la leyenda que Carau fue un muchacho apuesto y muy buen bailarín, que vivía en compañía de su madre, para quien eran todos sus cuidados y desvelos. Pero cierta vez que ella enfermó seriamente, Carau agotó sus esfuerzos en atenderla con medicación casera, y al no tener mejoría resolvió marchar hacia el pueblo más próximo, distante varias leguas del rancho. En el camino encontró un baile, donde se acercó por curiosidad, pero enseguida se confundió con los bailarines, atraído por una muchacha, que a su vez coqueteaba con él. Olvidando por completo la enfermedad de su madre, continuó bailando hasta que de madrugada un amigo le trajo la noticia que su madre había muerto. "¡No importa mi buen amigo", respondió Carau, "hay tiempo para llorar!". Sin embargo, atormentado por el remordimiento salió del baile para hacerse cargo de su madre muerta. Durante mucho tiempo peregrinó por el pago sin hallar consuelo. La ropa oscura que usaba, desgastada y desteñida por el tiempo se hizo trizas, transformándose después en plumas, los brazos se volvieron alas y el cuerpo adquirió la forma de un ave. Cuenta la leyenda que la muchacha que lo retuvo en el baile, también se convirtió en ave, tomando la forma de la pollona, y lo acompaña al Carau en su constante peregrinar. VOLVER

El irupé

El irupé o "Victoria regia", es una planta acuática que abunda en los esteros, arroyos, riachos y lagunas de nuestro litoral; su hoja es redonda y chata (en forma de plato, por eso también se la conoce como "plato del agua") que mide hasta dos metros de diámetro, y tiene un reborde de unos seis centímetros. Las flores son grandes y de pétalos blancos y la parte interior roja; el fruto recibe el nombre de "maíz del agua", y es comestible. La palabra "irupé", es lengua guaraní y en su traducción es: "I" = agua, ERU = el que trae, y "PÉ" = chato; "lo chato que trae el agua" y esta es su leyenda: Morotí (blanca), la india más bella de su pueblo, era prometida de Pitá, apuesto guerrero, hijo del cacique de la tribu. Un día paseando por la costa del Paraná, se le cayó a ella un brazalete en el agua, y como era regalo de su padre, se afligió bastante. Entonces Pitá, excelente nadador, se arrojó al río para rescatarlo, pero pasó el tiempo y como esperó en vano su aparición, llamó a los de tribu. Cuando llegaron al lugar, Morotí abrazó a su padre y le refirió lo ocurrido a Pitá. Entonces el hechicero de la tribu dijo solemnemente: "Morotí, tu prometido ha sido aprisionado por la Cuñá-aná (bruja del agua) y es tu deber rescatarlo". Sin esperar más, Morotí se arrojó al agua y… lo mismo que Pitá, no volvió a la superficie, pero del mismo lugar emergió una hermosa flor blanca rodeada de pétalos rojizos abiertos en todo su esplendor, como enseñando a todos, su misteriosa transformación. Luego, se escuchó así como un suspiro y la parte roja aprisionó los pétalos blancos como un cariñoso abrazo, y se sumergió en el agua cristalina y brillante; fue cuando entonces que el hechicero dijo, señalando el lugar donde desapareciera la flor: "He ahí un amor puro y verdadero, personificado en una flor, porque así lo quiso "Ñandeyara" (Dios)… Y… así nació la flor del irupé. VOLVER

Jasy Jateré

Su nombre significa "Pedazo de Luna". A "Jasy Jateré" lo pintan de diversas maneras, tanto físicamente como en sus cualidades, sus aptitudes y correrías. Por sobre todo es el duende las siestas, de las horas a pleno sol, en que los seres humanos descansan y reina el silencio. Se mimetiza en el resplandor del sol. Camina despaciosa o velozmente, sin hacer el menor ruido. Parece flotar, porque en la tierra no deja huellas de sus pasos. Este duende travieso de la siesta se presenta como un enanito rubio, de ojos azules, que porta en la mano una varita dorada cual cetro de oro que en el cual reside todo su poder. De deslumbrante belleza, magnetiza a las madres, cautiva con su gracia a los niños que lo siguen jugando. El verano es su tiempo preferido. Entonces "Jasy Jateré" sale de su escondrijo en el hueco de algún árbol a recorrer el monte en busca de miel silvestre, o a penetrar en los sembrados linderos al bosque para arrancar maíz tierno, que disputa a los koatí, apere'á y mirikiná, espantándoles con su silbido. Juega desnudo a la luz del sol, trazando con su sombra, mágicas figuras que hechizan. Y a veces merodea las casas y captura algún niño, a quien conduce a lo más intrincado de la selva, lo alimenta con miel y choclo, juega con él hasta que se cansa y lo abandona. Pero el niño queda idiota, sordo y mudo. Por eso las madres se cuidan de fomentar sus visitas. Además, "Jasy Jateré" gusta de extraviar o desorientar con su silbido misterioso y fascinante a quienes andan por sus dominios profanando las yerbas hechiceras, de las que es genio protector, o apoderándose de las colmenas llenas de miel. Al verse descubierto se convierte en ave, y al ser perseguido por personas mayores se vuelve invisible ya que tiene el don de la metamorfosis. Los casos que se refieren sus andanzas son interminables. Dicen que quien invocare su nombre o imitare su silbido está expuesto a ser víctima de su venganza. Aparece de súbito, tocándolo con su varita mágica, que le provoca la muerte o la locura. Sin embargo, "Jasy Jateré", no causa daño a nadie; es una deidad traviesa que puede llegar a convertirse en un buen amigo". Jasy Jateré" es un auténtico ASAJE PYTÉ PÓRA, duende del mediodía y del verano. Tal vez un mito solar. VOLVER

La caña con ruda

En toda el área guaranítica, y allí donde esta cultura ha calado en su expansión, con actitud casi religiosa, se cumple el rito de beber "caña con ruda", todos los 1º de agosto. El preparado, para combatir lo supuestos males que podrían venir con este mes, se elabora días antes, y debe ingerirse como primer alimento del día. En la actualidad se ha "modernizado" en sus componentes. Del licor fabricado con chañar, algarroba, patay o tunas, se pasó a la caña (la más popular es la caña paraguaya) y el lugar de la "contrayerba" (mezcla de hierbas medicinales) ahora es ocupado por la ruda. Según cronistas de la conquista, en esta época del año (agosto) se producían grandes lluvias, las que, agregando el frío estacional, provocaban enfermedades, algunas epidemiológicas. Muchas aldeas se diezmaban a causas de las pestes. Los nativos encontraron la forma de combatir los males. A través de sus chamanes elaboraron el remedio consistente en mezclar hierbas con licores, del cual debía beberse un trago al comenzar la estación de las lluvias chaqueñas (hablamos del Chaco Gualamba). El encuentro de culturas, generó la predominancia de la conquistadora que cambió los componentes, llegando a nuestros días tal como se la conoce. Aquel que no compra caña en los comercios, mezcla agua potable con alcohol etílico en proporciones que varía según el gusto, le agrega hojas de ruda maceradas, y se colorea el compuesto con azúcar quemada. Más cerca en el tiempo, los "gringos" le agregan cáscara de naranja al quemar el azúcar. El preparado debe estacionarse varios días, para permitir la conjunción de las sustancias que componen el remedio. La moderna medicina, aconseja vacunar a los ancianos y a las personas de bajas defensas, al llegar el invierno, para evitar la gripe. Es posible que se hayan operado cambios climáticos importantes, que trasladaron en el tiempo, la práctica cultural. La imaginería guaranítica le adosó virtudes a los componentes y al compuesto mismo. Desde afirmar que una ramita de ruda colocada debajo de la almohada del cónyuge poco cariñoso, cambia su actitud haciéndolo mimoso, hasta llevar una rama en la oreja para calmar los dolores menstruales. Algunos médicos antiguos han hablado de las virtudes de la ruda para calmar la fiebre producida por picaduras de avispas, hasta ser efectiva para demorar los efectos del veneno inyectado en una mordedura de víbora. Sin dudas, esta inofensiva práctica, forma parte del folclore guaranítico. VOLVER

El Pombero
El Pombero es uno de los genios de la naturaleza más difundidos en la región guaranítica. También ha variado diversificándose la creencia popular que lo explica y la concibe. La más antigua noticia que tenemos del Pombero es la del genio protector de los pájaros en la selva, que se presentaba a los niños cazadores como un hombre muy alto y delgado." Las versiones modernas, en general, lo dan como a un hombre bajo y retacón que puede perjudicar, pero que puede hacerse amigo de los campesino que le ofrecen tabaco y algún alimento, y en ese caso les hace grandes servicios." Es común a la tradición popular del Paraguay. Su nombre guaraní es Cuarahú-Yara; la traducción de este nombre es Dueño del Sol, común en la Argentina, como sinónimo de Pombero Otra creencia dice que el Pombero es el responsable del nacimiento de los niños extramatrimoniales. El relato familiar dice que el Pombero llega de noche a la casa donde existen mujeres solas, y que si ellas no les dan un cigarrillo y un poco de vino, con sólo tocarles el vientre las embaraza. Es por eso que en una canción popular, como es "María va", se dice - "Temor pombero, cual madre espero... ". VOLVER

La yerba mate
El origen de la yerba es atribuido legendariamente a divinidades. La primera leyenda encontrada dice que Tupú, genio del bien, estaba en peregrinaje por la tierra, cuando llegó a la casa de un viejo muy pobre que, a pesar de su miseria, le dio de comer y de beber y lo albergó en su casa. En agradecimiento, Tupú le dejó la yerba. Otra leyenda cuenta que Yasi y Araí (la luna y la nube) estaban en el bosque, cuando fueron atacadas por un jaguar. Vino un cazador en su auxilio y ellas, como premio, le dieron la caá (yerba), planta benéfica y protectora. La tercera leyenda es semejante a la de Tupú. En ésta, San Juan y San Pedro fueron albergados por un viejito muy pobre, y Dios, en recompensa, transformó a la hija del anciano en árbol de yerba, para que fuera inmortal. Una cuarta leyenda dice que el guerrero Maté estaba descansando una noche, cuando vino la diosa Sumá y le dio un ramo verde de yerba, diciéndole que lo plantara y que después de secas y trituradas las hojas le darían una deliciosa bebida. Lo que los guaraníes contaron a los jesuitas es que estuvo en sus tierras, hace muchos años, el Pai Zumé, llamado por los Tupís de Sumé, hombre de gran sabiduría que realizaba muchos milagros. Los padres acabaron interpretando que Sumé sería Santo Tomás, uno de los apóstoles, que se les habría aparecido, lo que fue incorporado a las leyendas autóctonas a partir de las historias contadas por los religiosos. VOLVER

El diablo
En la mitología guaraní: genio del mal. También llamado AÑANGA, es un equivalente del ZUPAY del noroeste argentino. Es el espíritu malo por excelencia, que molesta a los hombres y se lleva a los niños. Una de las peores ofensas para los pueblos de habla guaraní es llamar a alguien AÑA MEMBY (hijo del diablo). VOLVER

Luz mala
Fuegos fatuos a los que el indígena considera manifestaciones de ultratumba. Cuando en el camino aparece uno de estos fuegos, el mismo deja de ser transitado por largo tiempo. Los Criollos por lo general, los llaman LUZ MALA son reales y obedecen a varios fenómenos naturales: pueden ser emanaciones de metano, comunes en terrenos pantanosos, otras veces producidos por gases de la descomposición de sustancias orgánicas (sobre todo grasas) enterradas muy cerca de la superficie y también por la fosforescencia de las sales de calcio componentes de esqueletos de animales esparcidos en el campo (osamentas). En los dos primeros casos la luminosidad es tenue e intermitente oscilando o trasladándose de un punto a otro, impulsadas por la mas leve brisa, en el caso de la fosforescencia de las "osamentas" pese a estar fija, concurren varios factores, como el agotamiento visual, el miedo, la falta de puntos de referencia en la oscuridad y la imaginación que hacen que el observador las vea moverse. Esos movimientos (virtuales o reales, hacen que las "Luces Malas" sean referidas a "Almas en Pena", que por ese medio manifiestan su deseo de vincularse a un alma viva para que le sirva de compañía. Estas almas andan errantes porque sus pecados no le permiten entrar al cielo, pero tampoco son tan graves como para merecer el infierno. Según la superstición, buscan esta compañía hasta que algún familiar realice algún acto que las redima. Para liberarse de la LUZ MALA el paisano reza y luego muerde la vaina de su cuchillo, ya que el arma blanca es la única defensa posible. VOLVER

El crespín
Es un ave solitaria que puebla los bosques del litoral, y su particularidad es la de emitir un silbido particular durante su período anual de celo, que coincide con las festividades de los Santos Difuntos, en el verano sudamericano. El crespín marca su territorio y emite su llamado amoroso, encontrando siempre correspondencia de alguna hembra que gusta de la sutileza de la nota musical que emite. Cuando el desprevenido animal escucha otro silbido, reacciona estimulado por su sentimiento de propiedad de las hembras que ingresan en su territorio, por lo tanto concurre a pelear por sus derechos. A descubrir que se trata de un humano, simplemente continúa silbando. La imaginería popular ha dicho que propina castigos físicos a quien se burla de la desgracia de esa "alma en pena". Afirman haber sido castigados por apariciones amorfas, que han quedado ensordecidos por la intensidad e los silbidos. Para contrarrestar esta reacción de las almas castigadas, elevan oraciones católicas pidiendo por el eterno descanso y absolución de castigos divinos. Como corresponde a los pueblos de menor desarrollo intelectual, incapaces de justificar grandes enigmas mediante elaboradas abstracciones intelectuales, crean una leyenda que explica el origen de las cosas sobre la cual tienen dudas de su origen. Dicen que Crespín tenía una hermosa mujer como esposa, que se amaban, pero ella sentía una afición incontrolable por el baile. Esta preferencia causaba peleas que desembocaron en el abandono de la mujer a su marido. Así podía bailar hasta el amanecer en cuanta bailante se la invitara. Cierta vez tuvo noticias de una grave enfermedad de Crespín. Respondiendo a su sincero amor concurre al rancho, donde encuentra a su marido en estado delicado. Rápidamente sale a buscar a la curandera, pero en el camino encuentra un concurrido baile. No puede resistir sus ganas de danzar y se queda hasta el final. Cuando regresa, su esposo yace muerto. Dios la castiga, transformándola en un solitario pajarito, que vaga llamando incesantemente a su marido, Crespín... Crespín... Crespín... Utilizando un relato sencillo, casi ingenuo, ciertas culturas llamadas "primitivas", subliminalmente dejaban el mensaje de potenciación del amor entre las parejas. Se establecía la obligación de respetar por sobre los gustos individuales, los intereses de la pareja, en respuesta al amor que los unía. VOLVER

El lobisón
La creencia de la transformación del hombre en animal es antiquísima. Herodoto registra historias recogidas en sus viajes, sobre un pueblo que en determinada época del año se transforma en lobos. Cuando Sebastián Gaboto toma contacto con aborígenes guaraníes en las cercanías de la actual Itatí, su cronista anota la conversión de hombres en tigre. La acción de los jesuitas en el mundo guaraní, dejó profundas huellas en la cultura desarrollada después de su partida. Estos misioneros, disfrazaron muchas creencias nativas con ropaje religioso para facilitar la transferencia de la nueva doctrina Entonces, determinados valores o reglas sociales eran transmitidas como tabúes, relatando historias fantásticas. Si nacían 7 hijos varones, seguidos, el último sería maldito, transformándose en lobo o perro los días viernes a la medianoche. Si el séptimo hijo era mujer, esta sería bruja. En estas fabulaciones, que llegaron a nuestros días con pocas variantes, Dios castigaba a los transgresores de la regla, condenándolos a sufrir horrendos castigos. Dicen nuestros paisanos, que el hombre lobisón, los días sábado tiene apariencia macilenta, que sufre fuertes dolores de estómago, que su olor es insoportable. Es que el viernes a la noche vagó por los basurales, se revolcó en las osamentas, comió carne podrida, engulló algún niño sin bautizar, y atacó a cuanto caminante encontró, largando fuego por los ojos y la boca. Los que afirman haberlo visto en mi provincia, dicen que es un perro negro, grande, sin cabeza, o si la tiene luce una oreja cortita y una larga hasta el piso, que arrastra cadenas. Produce tanto terror su presencia, que los perros gimen y se esconden al solo olfatear su presencia. Los lugareños cuidan que el Lobisón no pase entre sus piernas, porque de esa manera, les transfiere la maldición. No debe atacarse al Lobisón, porque no muere, y luego la venganza es terrible. La única manera de eliminarlo es utilizar una bala bendecida, o hacerle una muesca en forma de cruz en la punta. En las pequeñas poblaciones, cuando una persona es rechazada socialmente, se le endilga la maldición de ser Lobisón. Esto es causa de marginación sin vueltas. Las incontables historias acerca de este ser maldito, dicen por ejemplo que al momento de transformarse, el hombre siente fuertes dolores de estómago, comienza a revolcarse dando siete vueltas al derecho y siete vueltas al revés. Mientras va girando sobre su cuerpo reza de ida 7 credos al derecho y al volver 7 credos al revés. Luego sale a atacar, primero a sus enemigos y luego al que encuentra. La reacción de los pobladores ha sido tan violenta en el pasado, que llegó a lincharse a personas inocentes. Para frenar esa paranoia, en nuestro país se estableció el padrinazgo presidencial de todo séptimo hijo. VOLVER

El ojeo
El ojeo es una de las supersticiones más arraigadas en las zonas rurales, sectores periféricos de las grandes urbes y pequeños poblados de nuestro país. La mirada fuerte y dañina es una creencia que tiene sus antecedentes europeos, según testimonio de W. Born en su obra Fetiche, Amuleto y Talismán, donde da incluso una serie de recetas para conjurar el poder de aquellas personas que tiene el poder del Basilisco en la mirada. Los estudiosos del Siglo XVI arribaron a la conclusión de que el vicio fascinador de los brujos se debía a la colaboración del diablo, que las brujas tenían doble pupila en la misma órbita (única manera de tener tanto poder en la mirada) por lo tanto debía evitarse mirarlas fijamente. Tanta divagación intelectual tenía un trasfondo religioso, que llegó a nuestras costas con el desembarco de Cristóbal Colón en 1492. Siguiendo con los antecedentes europeos de esta superstición, afirmaban los eruditos del tema que la peligrosidad de los brujos variaba según fuera el país al que pertenecían. De los brujos italianos se decía eran terribles, que causaban la muerte de personas, plantas y animales aún sin desearlo, bastaba que se los cruzaran en el camino (es decir si se enemistaban con ellos). No menos temibles eran los españoles. El fluido que emitían sus ojos era de tal poder, que con mirar fijamente las ventanas de una casa los cristales se hacían añicos. Los irlandeses hablaban de los eye-biters, literalmente: mordedores de ojos. Brujos poderosísimos que diezmaban el número de hijos y de cabezas de ganado que poseían las familias campesinas. Un brujo ojeador podía producir infinitas calamidades en un pueblo. Las vacas quedaban sin leche, se prendían fuego los pajares sin causa aparente, las casas enloquecían con ruidos y movimientos que terminaban por enloquecer a sus moradores. Y si a alguno se le ocurría mojar su escoba en el agua, en luna llena, cerca de un poblado, sobrevenía entonces un verdadero diluvio. Nótese, como esta creencia está relacionada con el rechazo social que provocaban algunas personas excéntricas entre sus comunidades. Durante la Edad Media numerosas piedras eran tenidas por eficaces contra el mal de ojo. Entre ellas la más buscada era el coral. En el siglo XVIII, el rey de Nápoles, Fernando I, llevaba entre sus ropas, a modo de amuleto un pedacito de coral. Cuando estaba frente a alguien que le hiciera sospechar que fuera jettatore, sacaba el coral y se lo ponía en la cara, anulando así la fuerza de esa mirada. También por esa época eran apreciados anti mal de ojos algunos insectos, fundamentalmente los escarabajos. A tal punto que en Francia, hacia el fin del reinado de Napoleón, era sumamente raro encontrar en las fiestas del pueblo a algún ciudadano que no llevara prendido del chaleco o de la camisa a alguno de estos coleópteros a manera de talismán. Tal vez el amuleto más conocido para alejar la yeta o el mal de ojo sea la mano cornuda, los populares cuernitos, en realidad una mano talismánica. Esta manera de defenderse puede llevarse encima, como un colgante, en general de coral, o realizar el gesto a la manera italiana (el dedo índice y el anular extendidos y el resto contenidos por el pulgar) en el momento en que se haga necesario. También el cuerno (uno solo) es llevado como colgante para preservar de ojeaduras a los niños o las embarazadas. En Calabria se pintaban cuernos retorcidos en la fachada de las casas o de los establecimientos comerciales. La evolución de las creencias populares, hizo que en la actualidad, en el mundo latino, se asocien los cuernos con la infidelidad de la pareja. En Toscana, el coral es la fórmula mágica para alejar el mal de ojo. Se ata una pequeña bola de ese material al cuello de los niños recién nacidos, y a veces las madres llegan a beber agua con coral molido o hervido, antes de dar de mamar a sus pequeños. Para saber si alguien ha sido presa del Mal de Ojo, se procede de la siguiente manera: se sienta al supuesto "ojeado" frente a un plato con agua y se dejan caer unas gotas de aceite en el agua. Si el aceite se disgrega en una cantidad de pequeñas gotas (se corta) el veredicto es clarísimo: esa persona está ojeada. Para curarlo, de inmediato debe hacerse un brebaje con 3 dientes de ajo pelados, la miga de un pan y 2 litros de vino. Todo esto se cocina hasta que hierva y espese al punto de poder usarlo como un emplasto. La mezcla se coloca entonces sobre el pecho del enfermo y éste recuperará el vigor. Se supone que uno de los efectos de Mal de Ojo consiste en "enfriar" la sangre del ojeado, quitándole la energía, produciéndole sueño y abulia, además de la consabida mala suerte. Según la creencia un defecto en la vista, por ejemplo ser bizco o estrábico, es un signo claro de ser portador de esta mirada nefasta. Pero también puede hacerse mal de ojo cuando la mirada expresa amor o admiración elocuentemente, por eso tal vez las madres campesinas cuidan de no exponerlos a miradas curiosas a sus hijos cuando son hermosos. Por supuesto que la realidad desmiente toda lógica de estas creencias. Se imaginan que los actores, actrices, vedettes, cantantes, o personas expuestas a la admiración masiva encontrarían en algún momento algún portador de la mirada fascinadora y les causaría un daño enorme porque éste actuaría en el anonimato. Es común en las zonas rurales de Argentina, y en pequeñas poblaciones, que las madres lleven a sus hijos a consulta al "médico" (curandero) cuando sospechan que están ojeados. Dicen que los "doctores" (médicos diplomados) no pueden curar este mal y que muchas veces ellos mismos le aconsejan que los lleven ante un médico. Escuché decir que si sus hijos son ojeados no se les cierra la "mollera", que lloran ininterrumpidamente debido a los fuertes dolores de cabeza que provoca el ojeo. El conocimiento de estas manifestaciones folclóricas permitirá sin dudas conocer los intrincados vericuetos del pensamiento popular, influenciados la más de las veces cuando crea sus fabulaciones, por con conocimientos previos de tipo religioso. VOLVER

Las brasas de San Juan
Desde el siglo XVII, los viajeros comenzaron a relatar hechos increíbles que habían visto en lejanos países. El jesuita Pablo Lejeune, a su regreso del Nuevo Mundo, relató sus aventuras con los indios hurones en 1637: "Ustedes deben creerme pues hablo de cosas que he visto con mis propios ojos" escribió antes de contar a sus contemporáneos que los hurones frotaban a los enfermos con brasas ardientes y que, en ningún caso, la piel se quemaba. El caso más antiguo de resistencia al fuego que ha sido relatado aparece en la Biblia, en el Libro Tercero de Daniel: tres intendentes del rey Nabucodonosor fueron condenados a la hoguera, pero las llamas no parecían tener efecto sobre ellos: "Se reunieron los sátrapas, los magistrados, los gobernadores y las personas más cercanas al rey para ver a estos hombres y el fuego no tenía ningún poder sobre sus cuerpos, los cabellos de su cabeza no habían sido consumidos, sus vestidos no se habían alterado y ningún olor a quemado salía de ellos". Como caso aislado, este relato podría ser incluido entre los milagros que aparecen en la Biblia. Sin embargo, algunos siglos más tarde, Platón y Virgilio se refirieron a unos hombres que caminaban sobre carbones encendidos sin quemarse. Y, en el siglo III, Porfirio y su alumno Jamblico de Chalcis escribieron un estudio sobre este fenómeno. El 9 de abril de 1937, unos investigadores de la Universidad de Londres quisieron aclarar el asunto de una vez por todas y reconstituyeron el experimento en una forma científica. En la campiña de Surrey, en Carshalton, abrieron una fosa de siete metros y la llenaron de brasas. Los termómetros registraron una temperatura de 430° C sobre la superficie. Un joven hindú aceptó servir de conejillo de Indias. Se comprobó que no podía haber ningún fraude, ya que la piel de la planta de los pies del joven era fina y suave, y enseguida éste cruzó por cuatro veces consecutivas la fosa frente a los ojos de los científicos, quienes examinaron la piel inmediatamente después y luego al día siguiente. El resultado fue indiscutible, ya que no había ninguna huella de quemaduras. VOLVER

La culebrilla
Los habitantes de zonas alejadas de grandes centros urbanos, cuando contraen enfermedades, apelan a los servicios del "médico", en reemplazo del profesional al que ellos llaman doctor. Generalmente, se trata de señoras ancianas, o viejitos carismáticos, conocedores de los secretos de la medicina natural, que recetan los remedios más insólitos. Entre los males que deben combatir se halla la culebrilla, una infección dérmica, que según una creencia generalizada entre nuestra gente campesina, solo la cura el "médico". Esta enfermedad provoca una erupción en la piel siguiendo una línea. Se cree que cuando la línea (culebra) une sus dos puntas (la cabeza se junta con la cola) tiene consecuencias fatales para el portador. Una forma de curarla es frotando un sapo sobre la culebrilla para que este absorba el veneno. También se suele escribir con tinta en ambos extremos las palabras Jesús, María y José. En nuestro litoral, simplemente se traza una línea con tinta china rodeando la afección, cuidando de encerrarla y así evitar que se unan las puntas. He visto trazar la defensa con una pluma de ave, con una lapicera fuente, y hasta con una simple palito. Consultadas las personas entendidas que realizaban la curación, afirmaron que no debe utilizarse bolígrafo. De recopilaciones efectuadas por otros estudiosos del tema, se dice que para realizar la cura se debe tomar un jarro con un poco de agua y asiendo tres ramitas recitar la siguiente oración tres veces por día durante tres días: "Yo iba por un caminito, me encontré con San Pablo, me preguntó que tenía, contesté que era culebrilla, ¿con qué se curaría? Respondió San Pablo: con agua de la fuente y rama de... (Nombre del enfermo)". Es probable que el nombre provenga de la creencia de los antiguos gauchos de la Pampa Húmeda (Sur de la Provincia de Buenos Aires y zona Este de La Pampa) quienes suponían que su contaminación proviene del paso de una víbora o culebra sobre la ropa extendida para su secado sobre los cultivos (generalmente de trigo), o cuando durante los descansos nocturnos de los reseros, extendían los componentes del apero y su propia ropa para su oreado. La medicina científica afirma que el HERPES ZOSTER es una infección aguda usualmente autolimitada topográficamente, que se produce por activación del virus latente del que la mayoría somos portadores VARICELLA-ZOSTER o Virus del herpes humano 3, del que se puede tener inmunidad parcial luego de haberse enfermado con la secreción de las pústulas de los pollos "chickenpox". Esta afección ataca a los ganglios de las raíces posteriores de los nervios espinales (sensitivos) y su área de inervación, produciendo dolor neurálgico a lo largo del nervio afectado y la erupción cutánea del área correspondiente a dicho nervio. Es habitual que los "médicos" o "médicas" (curanderos) del norte argentino aconsejen a sus pacientes asistir durante tres jornadas a las sesiones de curación para que el remedio sea eficaz. Éstos suelen recitar oraciones mentalmente para fortalecer sus poderes, solicitando la asistencia de sus referentes religiosos. Está muy arraigada en los ambientes folk la creencia de que el doctor no tiene conocimientos para combatir la enfermedad. Por esta sencilla razón siempre que alguien contrae el mal se solicita el concurso de un curandero. Sucede lo mismo con el empacho y el ojeo, que según una tradición urbana y rural de estos tiempos, los mismos doctores aconsejan llevar al enfermo ante la presencia del "médico". Comparando la explicación que se dan nuestros paisanos respecto a los orígenes de la mayoría de las enfermedades, con las de los europeos, no he escuchado que asignen la presencia de estos males a la acción de espíritus malignos, o brujas. En la Europa antigua (especialmente la Edad Media) se justificaban las enfermedades achacándoles la causal a la acción de brujas o espíritus traviesos, sobre todo en los tiempos de mayor rigidez religiosa operada por el cristianismo. Nuestra gente campesina o montañés, ha desarrollado un conocimiento (folclórico) extenso sobre las propiedades curativas de las plantas, y una batería de prácticas rituales para combatir las enfermedades, como la culebrilla, cuya verdadera causa desconocen. VOLVER

El hornero
Una de las leyendas de este pájaro dice que "el hornero era un bravo cazador, que vivía en apartado lugar, sólo con su padre. Amaba el joven a una muchacha cantora que conociera en una de sus excursiones, pero llegado a la edad juvenil tuvo que someterse a la triple prueba de virilidad que era obligatoria en su tribu. El triunfador obtendría la hija del cacique como prenda. Para ello debía vencer en dos carreras, una a pie y otra nadando y luego someterse a la prueba del ayuno. Esta consistía en estar encerrado, inmóvil entre cueros y sin tomar más que líquido durante nueve días. Cuenta la tradición que el bravo cazador triunfó en todas las pruebas, pero se demoraron en ir a sacarlo del saco de cuero. Cuando lo hicieron comprobaron que se achicaba hasta convertirse en un pequeño pájaro de plumas apagadas. Y desde su lugar de encierro voló hasta la cima de un lapacho, donde lanzó su primer y melodioso canto, renunciando de este modo a la hija del cacique. Pero, con el tiempo, aquella muchacha también se convirtió en ave y voló a hacerle compañía". VOLVER

El payé
El payé es un talismán o amuleto de poderes sobrenaturales que concede a quien lo lleva éxito en sus distintas actividades. Hay PAYÉ para todos los acontecimientos de la vida, los materiales que entran en su confección son de lo mas heterogéneos: trozos de madera de una cruz que haya estado en una sepultura; plumas de varios pájaros; trozos de asta, piedra imán; plomo de una bala; imágenes de santos, medallas, etc. Las plumas del Caburé son muy apreciadas por atribuírsele fuertes poderes mágicos, no solamente da suerte en el juego sino que da suerte en la seducción de muchachas a los Don Juanes. Las imágenes de los santos gozan de gran favor especialmente si son hechas con una bala que haya dado muerte a alguien. El payé se lleva generalmente colgado del cuello con una cadenita en una bolsita, contra el cuerpo. Para que el Payé no se enoje de vez en cuando "Hay que alimentarlo" es decir agregarle más de los elementos con los que ha sido confeccionado.

El velorio del angelito
Dura uno o varios días, la tradición criolla afirma que cuando muere una criatura de poca edad, necesariamente tiene que ir al cielo por lo que a la manera de velorio y despedida demuestran alegría por su certeza de su ascensión al cielo. Es un acto mixto de rezo y baile, es tradicional también que el ataúd sea blanco demostrando la pureza de lo que contiene. Parece que el origen de esta costumbre es árabe, pese a la prohibición, causa por la cual el lugar donde se realiza se transmite oralmente de persona a persona, al amanecer se recitan unos versos para "Hacer volar al angelito" acompañados de Juegos de pirotecnia... tratando de no quemar las "Alitas del Angelito", la madre no debe llorar pues mojaría las mismas y el fallecido no podrá volar para llegar al cielo. Está fuertemente arraigado aún en Santiago del Estero. El ataúd esta cubierto con un paño con flecos y a medida que van llegando a la Fiesta-Velorio en vez de expresar condolencias se acercan y hacen un nudo en alguno de los flecos del mencionado paño mientras piensa en un deseo que supuestamente "El Angelito" llevará al cielo y abogará por el. En hogares muy pobres, el paño no existe y solo hay arriba de la cajita un manojo de hilos
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